Por Mari José Gomez
Como pequeña editorial al uso, nos
movemos todo el año, día a día, haciendo lo imposible por que las
cuentas cuadren. Algo para lo que necesitamos toda la imaginación
del mundo. Y cuando ese superpoder no nos llega para pagar las
facturas, empezamos a pensar que el autor pide demasiados royalties,
que el distribuidor debería colocar más libros, que no pasaría
nada si el librero le da un garrotazo al lector cuando dice eso de
que “se lo va a pensar”, y que los lectores de verdad (en este
momento de ofuscación “de verdad” significa que compran montones
de libros al mes), cada vez escasean más.
Y antes de lo previsto, como todos
los años, llega la Feria del Libro. Alicia ya ha hecho, o debería
haber hecho, todos sus quehaceres diarios; esos que forman parte de
su existencia más trivial.
Bajo su atenta y esperanzada
mirada, comprueba que todo está en su sitio y que, poco a poco, los
rígidos armazones de hierro van tomando forma de aventura infinita.
Las cajas de cartón van desapareciendo y la novela está a punto de
comenzar. Alicia intenta leer todo lo que está pasando y cruza los
dedos; porque, le guste o no, el mundo real tiene su propio tablero,
que se llama “cuenta de resultados”, en el que todo tiene que
encajar si quiere seguir jugando. Y por algún extraño y misterioso
motivo, Alicia quiere.
De pronto, los caminos se tapizan
con lectores y las casetas levantan muros de las más diversas
emociones a su alrededor. Esta amalgama de sentimientos empuja al
lector a ir en busca de su autor favorito, que es acogido por el
librero, que a su vez es atendido por el distribuidor… Y todo
ocurre bajo la atenta y curiosa mirada de Alicia, que, sin darse
cuenta, acaba de pasar al otro lado: a un país fantástico de carne,
hueso y papel en el que la simbiosis de todos los participantes
consigue multiplicar el entusiasmo.
En su papel de editora, Alicia es
fantasiosa y cotilla. Está encantada de formar parte de ese extraño
mundo. Sabe que no pertenece a él, pero le sobra con ser testigo en
primera persona de todo lo que se está desarrollando ante sus
sentidos. Siente admiración por el escritor que, como el gato de
Cheshire, desaparece ante su sonrisa mientras su alma se difumina en
la página escrita. Y está deslumbrada por el librero que, al igual
que el dodo, teme ahogarse en el Mar de Lágrimas provocado por ella
misma; pero lejos de dejarse llevar, esta ave no voladora embauca a
todos a participar en una carrera con el único fin de secarse (tal
vez también para que no se den cuenta de que están con el agua al
cuello); una carrera en la que todos ganan y nadie pierde.
Y por fin descubre al lector, al
genial sombrerero loco, que en esta ocasión padece una intoxicación
de tinta en vez de mercurio. El efecto “rebote” le aniquila el
sentido común y se lanza a comprar… ¡libros! ¡En qué cabeza
cabe! Libros que contienen preguntas y misterios. El lector, ávido
por descifrarlos, se sentirá obligado a adquirir más libros, que
contendrán más preguntas y más misterios… Paradójicamente, este
es el único comportamiento que no extraña a Alicia, porque sabe que
esa búsqueda es lo que transforma su vida real en una vida
auténtica. De hecho, es el motivo que la empujó a la madriguera.
Alrededor de la tinta que todo lo
cambia, Alicia descubre que todas las piezas del mecanismo han
formado una única y soberbia obra de arte. Todos, incluso ella,
agrandan su oreja más irracional para escuchar esas voces secretas
que salen del papel y engatusan al lector hasta que se encuentra
atrapado entre sus páginas.
Igual que en la novela, Alicia
tiene que regresar a la vida cotidiana y volver a jugar en ese
antipático tablero. Pero esa ya es otra historia. Por el momento,
Alicia sigue disfrutando de los recuerdos del País de los Libros.
Los guarda en su memoria, bajo llave, y los contempla cada vez que
tira el dado. Ve con claridad lo que allí aconteció. Y también lo
que no.
SOMBRERERO: Solo si tú crees que lo
es.”
Mari J. Gomez
es la editora de Ediciones Diquesí
--El Bunker
Los lunes de 17.00 a 18.30 en Radio Ritmo Getafe y siempre en el podcast. Cosas que molan en La Trastienda Z
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