6 jul 2013

'Shof, shof, ñam, ñam' - Fernando Polanco Muñoz



- "SHOF, SHOF; ÑAM, ÑAM" -

Fernando Polanco(Ganador Premio El Bunker Z de Relato Corto)


1.

Trevor es un tipo romántico. Dice que en su vida sólo ha habido tres mujeres con mayúsculas. Las tres le han extirpado el corazón a bocados. Pero Trevor aún conserva un pedazo, y eso lo convierte en un iluso. En su interior piensa que aún no ha conocido a la mujer de su vida. Por eso se va solo a la biblioteca. Por eso va solo a las cafeterías.



Sin embargo, Trevor puede dejar de ser un iluso romántico para ser un depredador. Por eso va en manada a las discotecas.
Lo primero que hace Trevor al entrar en una discoteca es pedir el primer cubata, el del "sueñecillo". Es el momento del contacto visual. "Gorda, gafapasta, hippie, tortillera, manada con macho alfa...". Inspección del terreno en toda regla.

El segundo cubata es el del "sevillano gracioso". "Ci aciertah dande zoy tinvitun shupito". Por muchos años que lleve en Cataluña, Trevor no pierde el acento. Y eso les encanta a las andaluzas de tercera generación.

El tercer cubata es el de "high level". O así lo bautizó su colega el escocés. Trevor adquiere la categoría de políglota y comienza a hablar en el idioma que haga falta. Si es una inglesa, Trevor ha estudiado en Cambridge; si es una catalana, Trevor es de Lleida "de tota la vide". Y Trevor tira la caña.
Siguiendo con términos metafóricos: si alguna inocente pica, Trevor mete al pez en una pecera, así no extraña su hábitat originario. Como bien es sabido, los peces no pueden ver el exterior, se ven reflejados continuamente en el cristal. O lo que es lo mismo, Trevor las deja hablar, las hace sentir ellas mismas. Trevor las alimenta con comida específica para peces exóticos, es decir, las emborracha con mojitos y cócteles varios. Luego añade un complemento más a la pecera: el termostato. Y va subiendo la temperatura poco a poco hasta que el pez, no acostumbrado a ese calentón, le pide que le saque de la pecera. Trevor convierte a la sujeto en cuestión en un anfibio y la lleva a tierra firme. O lo que es lo mismo, se la lleva tajadísima y cachondísima a su casa.
Una vez en su cuarto, Trevor le recuerda su condición ovípara y, desnudo, exige la incubación de los huevos que tiene entre las piernas. Cuando están a punto de eclosionar, Trevor se retira y le segrega a la hembra una nueva camada de gusarapos albinos en la cara. Si es buena madre, abrirá la boca y les dará alojamiento en su estómago hasta que puedan andar por sí mismos.
Pero Trevor sufre de narcolepsia postcoital: quiere dormitar en solitario. Le recuerda a la sujeto que los anfibios necesitan retomar el contacto con el agua. Le insta a volver a casa río arriba. La convierte en una trucha libre.

Ese es Trevor. Un tipo romántico e iluso. O un depredador. De día el amor no le deja enrabietarse, de noche la rabia no le deja enamorarse. Vive en continua contradicción. Su cuerpo es pura violencia. El corazón le bombea sangre a la cabeza. La cabeza le responde devolviéndosela.

2.
Es viernes noche. Trevor se mira al espejo mientras se engomina el pelo. Las entradas tipo Mickey Mouse le inquietan cada vez más.
Trevor entra en la discoteca y pide el primer cubata. Se lo acaba. Pide el segundo. Se lo acaba. Acompaña el tercero con un chupito. Mira a sus colegas. “Son mih colegah, loh quiero musho a tsóh”, piensa. Va oficialmente borracho. Y es el momento del eterno chiste del tercer cubata. Agarra el vaso de tubo medio vacío, se lo coloca en el ojo izquierdo.

- ¿Quién zoy?

- ¡Alejandro Sanz! – le responden sus colegas al unísono.
Y todos empiezan a cantar “no ehlo mihmo ser que estáaa…”.
Pero Trevor no deja de mirar a través del vaso. Deambula por la sala siguiendo el rastro de luces de colores intermitentes y da con ELLA.

Aparece como en las películas americanas; a seis fotogramas por segundo; a contraluz; asfixiada por un ritmo infernal; agarrada a un éxtasis de cocaína; "a por ella".

- Ci aciertah donde zoy tinvitun shupito – escupe cada palabra con su respectivo perdigón de saliva.

ELLA le mira desafiante.

- Cocacola o Pepsi.
Trevor sabe que lo está poniendo a prueba.

- Cocacola.

- McDonalds o Burguer King.

- McDonalds.

- Star Wars o Star Trek.

- La fuerza.

ELLA se piensa la última pregunta.

- Titanic… o Tetanic.

Trevor no tiene nada que perder.

- Tetanic – y hace el gesto de agarrarle las dos tetas.

ELLA levanta una mano como para pegarle. Trevor se protege con un brazo. ELLA se ríe de él, le aparta el brazo, se le acerca. Parece que va a decirle algo al oído, pero comienza a comerle el cuello. Inédito. Trevor se deja hacer. Disfruta. Se emociona e intenta agarrarle el culo… pero ELLA le agarra la mano y tira de él. Se lo lleva a través de la pista de baile. Parece muy decidida.
Cuando entran en el cuarto de baño puede verla bien: vestido verdoso con topos blancos, mofletes pecosos, piercing en las encías, dos coletas rubias; una sonrisa infantil. ELLA se descalza impulsivamente. Tiene las uñas de los pies pintadas de rojo. Trevor se empalma. Los pies son su debilidad. Y tal y como le sube el miembro, le sube la cena. Se tira de cabeza al váter para vomitar.

Entre arcadas, un remolino inoportuno de palabras le asalta. El ron con bilis le provoca una especie de flashback:

- Quillo, ci una tía te ve vomitá y arluego te beza… ¡zoéh amó! Eh una leyenda en plan… en plan la de comehle la boca ar príncipe-rano… pero en tía y en ahora. Amó etehno eh, amóh etehno. – Palabras de “eR SeLMa”, su primo del pueblo, el que llegó a alcalde con su lógica campechana.

Trevor toma respiración, cree ver a su primo reflejado en el fondo del váter. Pero una última arcada le empuja de nuevo contra el váter. Se abre la barbilla y empieza a sangrar. Él no lo ve, pero ELLA se excita.

Trevor la mira expectante, “va mandarme ar carajo”. Pero ELLA le besa. No solo eso. Le come la boca. Le soba el paquete. Le quita la camiseta.

- ¡Cushame!, amóh etehno eh, hahme cazo. – “eR SeRMa” reincide con su tesis.

Trevor sonríe, pero se extraña cuando ELLA se moja el pulgar y lo lleva directo a su ombligo.

¡Shof! Trevor se asquea. Traga saliva. No sabe cómo, pero asimila la situación. Olvida su erección y se concentra en el ombligo. ELLA se lo dilata cada vez más. Trevor disfruta. ELLA le clava la uña en la piel y retuerce el dedo. ¡Shof! El ombligo pasa de asterisco a torbellino. Algunos pelos se desgarran con el movimiento. Trevor gime. ELLA empuja. Le incrusta el dedo con fuerza. ¡Shof, shof! Trevor se corre; se queda sin respiración; está avergonzado y confundido.

Salen de la discoteca. ELLA conduce borracha. Salen a la autovía. Trevor se limpia los calzoncillos con un clínex. Un reguero de sangre le cae del ombligo y se mezcla con el semen. Se ha corrido por dos sitios a la vez. Esta tía le vuelve loco. Llegan a un chalet. Las puertas se abren automáticamente.

ELLA lo tira contra una pared. Trevor se deja hacer. Está todo el pescado vendido. Lleva casi cinco meses pensando en este momento. Se baja los pantalones. La desnuda. ELLA le dirige hacia su habitación. Trevor la tira al suelo. Cuando la ve desnuda se cerciora de algo: un fino hilo blanco le asoma de la vagina.

- Tengo la regla. - ELLA sonríe con malicia. Cierra las piernas.

- Follamos. – Él le abre las piernas.

- No seas guarro. - ELLA le da una bofetada haciéndose la graciosa. Le abre la herida de la barbilla. Trevor se duele y empieza a sangrar. Se cabrea. Agarra el hilo y tira con fuerza hacia afuera. Lanza el tampón contra una papelera. Un rastro de sangre se dibuja en la pared.

Trevor la mira. Es un depredador. Tiene su presa acorralada, patiabierta. Se desnuda sin dejar de mirarla. La sangre cae de su barbilla a su ombligo. De su ombligo a su pene. El goteo hace que el miembro se le tambalee como uno de esos perritos que dicen que sí detrás de los coches.

- Sangre por sangre.

Trevor mira la vagina de ELLA, toda sangrienta también.
Y la penetra.

3.
Trevor se despierta. El corazón vuelve a bombear sangre a su cabeza. Está abrazado a ELLA. “El sexo no lo es todo”, piensa. Ya no es un depredador. La mira mientras duerme. “Está preciosa”.
Y Trevor vuelve a ser un iluso. Tiene la certeza de que es la mujer de su vida. Es la primera vez que le pasa en mucho tiempo. Lo sabe por muchos motivos. Tiene la sensación de que la conoce de siempre. Todos los momentos que pasarán juntos ya están en su memoria. No existen, pero son recuerdos. Eso es amor. Por si no fuera suficiente: ELLA le besó después de vomitar. Y “eR SeLMa” siempre lleva la razón. Por algo es alcalde de Alcalá de los Gazules.

Trevor lo decide: no va a irse a la francesa. Quiere dormir abrazado a ELLA toda la noche.

Un ruido le saca de su tontería. Algo se mueve en la habitación. Trevor piensa en un gato. Todas las solteras tienen gatos. Se reincorpora. Algo sale a toda velocidad dejando un rastro de sangre. Trevor no ha podido distinguir de qué se trataba. Se pone de pie. Le duele la cabeza. Empieza la resaca. Siente cosquillas en los pies mientras camina. Sale de la habitación.

Sigue el rastro de sangre. En las esquinas hay coágulos de carne, como si aquella criatura anónima hiciera un sobreesfuerzo para tomar las curvas. Trevor se rasca la entrepierna. Todos los fluidos que durante la noche fueron tan útiles ahora se han convertido en un velo anaranjado y reseco. El ombligo ha cicatrizado.

Un chasquido libidinoso suena. Trevor lo sigue. No le importa correr peligro, cree que está enamorado. Eso le hace sentirse más héroe.

Trevor llega a un comedor amplio y moderno. A pesar de que todo está ordenado y limpio un hedor pestilente inunda la atmósfera. Llega a la cocina. Abre la nevera y coge una botella de agua para el sequerón. Trevor no se da cuenta, pero detrás de una lechuga hay varios vasos de cristal vacíos etiquetados con diferentes nombres. MARCOS. NÉSTOR. EVARISTO.

No hay rastro de la criatura en la cocina. Trevor camina por el pasillo. Varias motas de sangre se alternan en el parquet. Llega a una puerta entreabierta. Dentro suena una lavadora. O quizá un friegaplatos. Trevor entra. El ruido es espantoso. Se ha equivocado. La puerta tiene una falsa cubierta de madera, en realidad se trata de la entrada a una nevera frigorífica.
Varias centrifugadoras traquetean haciendo su trabajo. Cada una perfectamente etiquetada. A+. AB+. A-.

Trevor trata de seguir andando pero no puede: una especie de mucosa le ha succionado el pie. Varias gotas de esa sustancia le caen en la cabeza desde un conducto de aire acondicionado. Siente cómo el liquidillo baja derritiéndose como caramelo caliente. Espantado, Trevor salta hacia atrás y cae de espaldas. Ha conseguido liberarse, pero a costa de arrancarse la planta del pie.
Trevor se levanta. Tiene la suela en carne viva. No se duele, se sube a una centrifugadora para ver de dónde sale ese líquido y cerrar el escape. Se agarra al conducto del aire. Mira a través de una rejilla. Suena un chasquido grave e intenso. Unas tiras de papel aparecen de repente. Trevor se balancea asustado. El aire acondicionado se ha activado… pero algo más suena dentro, una especie de silbido reptante y gutural. Trevor abre la rejilla, mira adentro y algo le golpea en la frente.

Trevor cae; su cabeza da contra la pata metálica de una centrifugadora; sus piernas tienen varios espasmos; los dedos de los pies se encogen unos segundos... y Trevor se pliega sobre sí mismo en un solo movimiento. Se reincorpora como un resucitado. Respira con intensidad. Su nuca escupe sangre.

- ¿Hola? ¡Hola! - Intenta llamarla, pero no recuerda su nombre. En realidad nunca se lo ha dicho. Está acojonado.

El programa de las centrifugadoras llega a su fin. El aire acondicionado parece ponerse de acuerdo y también se apaga. Se hace el silencio, hasta que Trevor oye algo dentro de su estómago. Al principio piensa que son gases, pero es el mismo silbido de antes; más sordo, como taponado. Trevor se levanta.

Sorprendentemente, vuelve a tener el ombligo abierto. Aún más asombroso: no sangra, es un agujero hueco hacia sus entrañas. De nuevo el chasquido, ahora con más fuerza. El ombligo escupe un gapo amarillo.

Algo se le revuelve en las tripas. Le sube por el pecho. Da vueltas alrededor de su garganta. Deja ver su forma deslizándose debajo de su piel. Es alargado y tiene dos partes. Sigue el recorrido de la circulación mayor y baja a una velocidad enfermiza hasta su tobillo derecho. Del tobillo vuelve a subir a la garganta. La criatura da vueltas alrededor de su tráquea como si fuera una cuchara recogiendo los restos de un yogur. Trevor está blanco, a punto de desmayarse, pero coge aire y corre.

Llega al cuarto de baño y se provoca el vómito. El sabor a bilis le marea. Se incrusta el dedo en la garganta, vomita y… ¡shof! Ahí está. Bañado en sangre, oculto bajo el limón del chupito de tequila. La criatura se sacude como un perro mojado y se deja ver. Es un tampón. Con un cuerpo inflado y una cola bien viva. Parece que mira fijamente a los ojos a Trevor que, horrorizado, tira de la cadena.

Trevor se sienta en el suelo. Tose. El ombligo también, y empieza a desangrarse. Se está vaciando como si hubiera vuelto a nacer y le acabaran de cortar el cordón umbilical de nuevo. Trevor coge papel higiénico. Tapa la hemorragia como puede. Respira.
El suelo se encharca. El váter regurgita agua rojiza. Trevor se asoma: está embozado. Cierra la tapa; se levanta; camina hacia la puerta. El váter implosiona y la tapa se abre: el tampón salta. Está hinchado por el agua, dobla su tamaño anterior. Se posa en el suelo junto al vómito y los trozos de mármol. Trevor agarra el pomo de la puerta sin mirar atrás, como esperando el ataque.
El tampón se inclina hacia atrás y salta hacia Trevor, que se gira justo a tiempo. Lo agarra como intentando ahogarlo, pero el tampón se deshincha. Se exprime y vuelve a encoger. Trevor lo agarra y lo lanza contra el suelo.

El tampón renquea en el charco de sus propios fluidos. Parece debilitado. La situación es de máxima tensión, pero Trevor se lo toma a comedia y empieza a descojonarse. Le parece ridícula, inverosímil. Para una vez que se queda pillado por una tía le ataca un tampón asesino.

Trevor gira el pomo. Al carajo. Va a salir y a cerrar con un portazo toda esta locura. Va a volver a dormir con ella y a hacer que sus recuerdos se cumplan. Abre la puerta, pero no se da cuenta y arrastra con ella varios pedazos de mármol rotos. Da un paso y se corta justo en la planta del pie en carne viva. Trevor da un salto y cae a cuatro patas. Grita como un condenado.

El tampón aprovecha la ocasión, salta hacia Trevor, atraviesa sus calzoncillos, se abre hueco por el ano, y comienza el apuñalamiento.

Todo pasa muy rápido. La criatura recorre su cuerpo bajo la piel. Se deja ver, pero sólo en forma. En ningún momento le daña la epidermis, sólo entra y sale por orificios naturales. Escapa por el ombligo, ¡shof! Vuelve a entrar por un agujero de la nariz. Salta por la oreja izquierda, ¡shof! Vuelve a entrar por la boca.

Trevor se convulsiona. Palidece. El tampón se bloquea en la polla, se agita, vuelve hacia atrás, sube de nuevo, coge más carrerilla, le aprieta el escroto, se apoya en el coxis, vuelve a subir con más fuerza… y Trevor se corre. El tampón sale con vía libre, como si de un espermatozoide se tratara. Trevor cae inerte con un gemido ahogado y la boca extrañamente doblada. Después de unos segundos de silencio, comienza a sangrar por todas las oberturas de su cuerpo. El tampón, con parsimonia, se acerca a cada uno de los charcos. Se esponja, sorbe de ellos como si de bebederos para mosquitos se trataran.

Está hinchado, ha llegado al tamaño de un gato y tiene un color rojizo intenso. Mueve su cola mirando su presa. El cadáver de Trevor está en una posición forzada; todas las articulaciones invertidas, la piel vencida dos tallas más grandes, el corazón seco, como el de cualquier enamorado.

Trevor yace, cazador cazado.

4.
En la cama, ELLA se muere de hambre. Su estómago gruñe. Resuena por toda la casa como el silbido de un dueño llamando a su perro. En el baño, el tampón reacciona. Mueve la cola y se pone en marcha a toda velocidad. Sale del baño, le cuesta moverse. Gira las esquinas del pasillo con pesadez. Está muy cargado. ELLA lo percibe y vuelve a gruñir.

El tampón llega a la habitación. ELLA se abre de piernas. El tampón la penetra. ELLA se convulsiona. Le vibra todo el cuerpo. Se alimenta.

El tampón salta hacia afuera por la boca de ELLA. Aún está un poco cargado. Salta debajo de la cama y se exprime en un vaso de cristal. La etiqueta: TREVOR. El tampón reposa, vuelve a tener su tamaño original y un blanco impoluto.

Arriba, ELLA cambia de postura. Se tumba a lo ancho, sabe que tiene toda la cama para ella sola. Y sigue durmiendo.

- FIN -


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El Bunker
Los lunes de 17.30 a 19.00 en Radio Ritmo Getafe y siempre en el podcast.

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