Al final de la escalera
-II-
Afortunadamente, había sido previsora.
Tras los primeros rumores y noticias confusas, comprendí que algo
gordo estaba pasando. No sabía el qué y nunca habría jurado que
podría hacerse realidad algo como una epidemia zombie. Pero estaba
claro, que las cosas no iban bien. Por eso, estaba preparada.
Cogí mi mochila donde llevaba todo lo
necesario para una larga temporada fuera. No era una mochila grande
pero era manejable. Cogí las cuerdas que había preparado.
Afortunadamente, mi ex era escalador y se las dejó allí hacía
demasiado tiempo. Nunca las tiré. Menos mal.
Con unas sabanas conseguí fabricar una
escala que me permitiera bajar por las escaleras. No era mucho pero
me valía para salir de mi atalaya, que se había convertido más en
una cárcel que en un refugio.
Antes de salir, cogí un bate de
béisbol.
Abrí la puerta con mucho cuidado y
salí sigilosamente. El rellano, claro, estaba vacío y eso me
reconfortó. Aunque me sorprendió el hecho de que la luz estuviera
apagada. Tras varios intentos infructuosos razoné que los caminantes
habrían destrozado el panel eléctrico.
Me asomé a las otras plantas pero no
se veía nada así que decidí agacharme y escuchar para evitar
sorpresas desagradables. Aguanté la respiración mientras yacía en
el borde de las escaleras y, aunque no pude escuchar nada, no me
atreví a salir.
Finalmente, me convencí a mi misma. Si
no era ahora, no sería nunca. Así que solté las sabanas y vi, con
alegría, que llegaban de sobra hasta la siguiente planta. Mi idea
era avanzar poco a poco, asegurando cada rellano, para no tener
sorpresas. Como no tenía tiempo, no entraría en ninguna casa, sólo
cerraría todas las puertas y seguiría bajando.
Me descolgué fácilmente por mi
improvisada cuerda y comprobé que no había nada. Saqué mi linterna
y lo que vi me asqueó profundamente. Las paredes estaban llenas de
sangre, el suelo resbalaba con los restos de los zombis. En algunas
puertas vi manchas en forma de manos, como si las hubieran restregado
de arriba abajo... Era desolador y repugnante.
Sacudí la cabeza para evitar todas las
ideas que se me agolpaban y me puse manos a la obra. Comprobé bien
las puertas: estaban cerradas. Así que me dirigí hacia el siguiente
tramo de escaleras.
Un ruido venido de abajo me hizo
recular. También mi valor reculó pues hasta el momento no había
pensado en la idea que un caminante me persiguiera hasta el tramo de
escaleras que había roto... ¿Cómo subiría si se diera el caso?
Empecé a temblar y a poco, se me cae la linterna, lo que habría
provocado un gran estruendo.
Conseguí reponerme y la sujeté con
firmeza. Tenía que salir de ahí. Realicé una segunda pasada con la
linterna y respiré bien fuerte.
Bajé muy rápido al segundo tramo de
escaleras. Pero al llegar me llevé una desagradable sorpresa. Una
puerta abierta y algo, un cuerpo, atascándola. No podría cerrarla y
sería un peligro dejarla entornada como estaba.
La posibilidad de empujar el cuerpo me
resultaba harto desagradable. Pero no veía otra solución, esa
puerta no se podía quedar abierta. Sobre todo, después de haber
oído ese ruido.
Me acerqué con cautela al cadáver
blandiendo mi bate pues no descartaba la posibilidad de que se
moviera. El suelo de madera crujió bajo mis pies y me paré,
aguantando la respiración. ¿Había oído algún ruido como
respuesta? Di varios pasos más y me encontré junto al cuerpo
putrefacto de un joven.
También pude ver que estaba atascado
de alguna forma a la puerta. No podría moverlo ni cerrar la puerta
pues se habían unido. Lo comprobé intentando tirar de la puerta
para cerrarla. Tampoco me fue posible empujarla ni un milímetro.
Aunque no me hacía gracia, tuve que
empezar a bajar sin cerrar esa puerta. A partir de ese momento mis
nervios estuvieron a flor de piel hasta que logré salir del
edificio.--
El Bunker
Los lunes de 17.30 a 19.00 en Radio Ritmo Getafe y siempre en el podcast.
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