Los horrores de la noche
de difuntos
La niebla se arremolina
entre sus pies mientras pasea por el pueblo. La penetrante oscuridad
parece tomar forma física, como un muro entre él y su destino.
A un lado y a otro de la
calle puede ver engendros y demonios, que corretean sin hacerle nada,
pues va protegido... Pero no todos se alejan sin fijarse en él...
Uno, cuya cabeza tiene forma de calabaza, los ojos rojos y una
sonrisa diabólica, le mira fijamente, acercándose...
- ¡Truco o trato! -
oye a su espalda y da un salto...
Despierta de su
ensoñación y sonríe al jovencito que le ha golpeado en la espalda.
- ¡¡Truco o trato!!
- repite, indignado, por la demora.
Solícito, mete la mano
en el bolsillo y encuentra un dulce para el chico. Pero cuando saca
la mano, grita salvajemente y deja caer lo que ha cogido. También
tira al suelo todo el contenido de sus bolsillos y huye, como si le
persiguieran mil demonios...
El niño, sorprendido
empieza a coger todas las chucherías y monedas que ese hombre tan
raro ha dejado.
Tras unos minutos de
carrera, la oscuridad se vuelve más densa y la niebla más espesa.
Saca de su bolsillo interior un bote y traga varias pastillas. Está
cada vez más nervioso y encima está perdido. En ese momento,
descubre un punto de luz dando vueltas a su alrededor y avanzando
cada vez más. Le está pidiendo que le siga.
Esa luz le guía entre
los árboles durante varios cientos de metros. Tras una buena
caminata, llega a una lúgubre cabaña de madera. La luz desaparece y
él se queda quieto, pensando qué hacer.
Como si fuera una
respuesta a sus pensamientos, la puerta se abre, chirriando y, de
nuevo, ve esa pequeña luz, esta vez desde el interior.
Entra en la cabaña y la
puerta se cierra a su paso. Siente un escalofrío recorriendo su
espalda. Durante unos segundos interminables, permanece en una
absoluta oscuridad. Y luego, con un una palmada, se encienden todas
las luces, mostrando una gran habitación, demasiado grande para esa
casita.
Del techo y las paredes
cuelgan telarañas. En una esquina, ve muchos libros viejos y
mohosos, algunos abiertos y tirados por el suelo. Y pocos muebles,
unas sillas, una mesa... Tardó un poco en darse cuenta de que no se
veía la fuente de luz. Parpadea varias veces y, se fija en algo que
antes no parecía estar ahí.
Una mujer, vestida de
negro, baja por una escalera de caracol. Parece muy mayor, aunque esa
percepción, cambia en el momento en que se acerca, pues su cara es
joven, sin una sola arruga, con unos bonitos ojos azules.
- Hola... -parece
gruñir. Tose y continua, ya con una voz más suave y melodiosa: -
Hola, joven viajero. Bienvenido a mi humilde morada. Como verás,
tengo todo lo que puedas necesitar para poder descansar y relajarte.
Él mira a todos lados y
aunque lo de 'humilde' le venía como un guante a la casa, pequeña,
toda de madera y con cuatro sillas y un catre en el suelo,... no veía
cómo podía descansar ahí.
- ¿Por qué te burlas
de mí? - se encaró con la joven. - ¿Acaso piensas que soy
estúpido
- Nadie piensa que
seas estúpido -dice con una voz suave. - ¿Por qué no te relajas?
No tienes que seguir huyendo. -Le acerca un brazo para acariciarle.
- ¡No! - y retrocede
hacia la puerta.
Ante sus ojos, la mujer
se transforma de nuevo y aparece como realmente es. Una mujer
encorvada, vieja y fea con una larga nariz. Él sale corriendo
- ¡Cogedle, que no
escape! - grita la bruja.
Siente como unas manos le
intentan agarrar y al mirar atrás ve unos seres con largos brazos y
tentáculos intentando atraparle. Golpea a uno y consigue llegar a la
puerta. Pero al abrirla, más monstruos le cierran el paso. Llora y
patalea, pero al fin le atan.
En una habitación
acolchada, con su camisa de fuerza, nuestro amigo se balancea,
sentado en el suelo.
- Estoy maldito...
estoy maldito – balbucea.
- ¿Cómo ha podido
escapar? - le pregunta una joven enfermera al doctor.
- Ni idea. Ha debido
recibir ayuda de alguien -contesta.
Ellos dos se alejan y la
enfermera se vuelve a mirar por la ventana. Su larga nariz choca con
el cristal y le guiña un ojo tan negro como el carbón.
- Feliz Halloween...
--
El Bunker
Los lunes de 17.30 a 19.00 en Radio Ritmo Getafe y siempre en el podcast.
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